Yo también tengo una opinión. Escribo cualquier cosa, lo que sea. Lo que me llegue a la cabeza. Escribo lo que pienso, creo y siento.
viernes, 11 de enero de 2013
No le pegues!
¡Mira que buena está! ¿Que crees? ¿No está chula esa jeva? Esa va a ser mía. Fue lo único que logré escuchar, bajo el sonido de la bachata en el colmadón. Voltee la cara. La miré alejarse. Tomé un trago. Y seguí en la chercha.
Una semana pasó, y te vimos llegar al colmadón. Esta vez no llegaste solo. Ella estaba a tu lado. No te separaste ni un momento de ella. Sus miradas se buscaban, se encontraban y sonreían. Sus risas se confundían con las bellas melodías que entre tragos se iban alejando más y más de mi sentido auditivo.
Esa noche la abrazaste, la besaste, en tus piernas la sentaste. A todos nos la presentaste como tu amada, la mujer por la que suspirabas, la única a la que mirabas. Estabas enamorado, eso podía jurarlo.
Nunca pensé verte así. Tú enamorado ¡Que sorpresa! Pero todos los tigueres del barrio lo aceptamos. Dejaste de ser mi frente en el dominó, uno menos en el softball, una cerveza menos en el serrucho de los domingos. Wao, que full, tu tiempo había llegado!
Todos estuvimos junto a ti ese día. Un día único en sus vidas. Tú, en traje, de saco y corbata, que raro te vez. Por fin te vimos sin el T-shirt de rayas y el jean gastado que ya conocía los lugares que visitabas.
Ustedes, enamorados, se veían tan felices ese día. Ella de blanco, como haciendo alarde de su pureza, su virginidad y su entrega a ti.
Ese día todos te felicitamos, los muchachos y yo te felicitamos; a ella la miramos y en un solo instante todos los allí presentes compartimos un único pensamiento, que se fue a nuestras bocas para sin ni siquiera dejar pasar un segundo; y unísono te llamamos ¡SUERTUDO! Y les abrazamos, te felicitamos.
Y a la pregunta del sacerdote, ella respondió entre lágrimas: ¡Si acepto!
Aceptó cuidarte, aceptó quererte, aceptó amarte, aceptó ir contigo donde tú la llevaras, te aceptó sin un chele, te aceptó con todos tus amigotes, te aceptó con el sueldito de la zona franca, te aceptó con todas tus deudas en la compraventa y en el colmado, hasta a tus padres le debías…pero nunca pensó en aceptar tus golpes, tus desprecios.
Que coincidencia, en la boda ella de blanco y tu de negro. Vestido de negro; como si hubieses pensado enlutar su vida, oscurecer su sonrisa desde aquel día.
Y a la pregunta del sacerdote, tu respondiste: ¡Si Acepto!
Yo como tu amigo ahora te pregunto ¿Qué fue lo que aceptaste? No voltees la cara, no bajes la mirada ¡Cobarde!
Al parecer te confundiste al contestar. Al parecer lo único que aceptaste ese día fue hundirla en una eterna tristeza, acabar con su vida, pegarle tres muchachos, engañarla con mas de una, alejarla de sus familiares y sus amistades, encerrarla con tus celos y golpearla.
Aun no lo puedo creer, que en solo cinco años le hayas hecho tanto daño a la mujer de tu vida, que en tan poco tiempo la hayas metido en una fosa tan profunda como el espacio que separa las cuatro paredes de madera, del cuarto donde la tienes cautiva de tu mal amor.
Imbécil, infeliz, abusador, poco hombre, no la maltrates, ¡No le pegues!
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Ubicación:
San Pedro De Macorís, República Dominicana
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