miércoles, 30 de enero de 2013

DESESPERADO

Te vas

¿Quien te invitó a mi vida?

Atrevida

Porque apareciste?
No recuerdo el día en que lo hiciste,
Solo el beso que me diste,

Ósculo delicado y duradero
Que como cadena de acero
A mi corazón ató
A mi conciencia mató
Y como esclavo me tiene

¡Dime tú! ¿Como te atreves a ofrecerme libertad?
A decirme que te vas
Y que mi vida me entregas

¡Dime tu! ¿Por qué te alejas?
Como caballo en pradera
Luego de haberme tirado a rodar por el suelo

Grito mirando al cielo
¡OH! Dios como pudiste!
¿Por qué a esta mujer hiciste aparecer en mi vida?

¡OH! señor detén su ida ó llévame a mí con ella…

Y te vas

Te llevas mis suspiros
Mis sentimientos contigo
Mis planes, mis alegrías
Mi alma queda vacía

Tu equipaje has preparado
Y dentro de él te has llevado
Mi vida, mi corazón
Recuerdos por montón
Que tú misma creaste

¡Mira tú como vaciaste!
Mi pecho en ese bulto
Ya nada tengo oculto
Pues todo te lo has llevado
Y hoy me apartas de tu lado
Como a un perro callejero

Me apartas, pero no quiero
Estar lejos de tu lado
Dime si has imaginado
Mi vida sin tenerte…

No dejaré de quererte
Siempre esperando estaré

Sólo me quedaré,
Abrigando la esperanza
De que ese con quien te lanzas
¡A ti te deje también!

sábado, 19 de enero de 2013

EX NOVIOS


8:15 de la mañana, un día cualquiera. Ella estaba parada en la esquina, como todos los días, esperaba el autobús que le ayudaría a transitar el trayecto finito y le llevaría al trabajo.

Luego de transitar una pocas cuadras, hice una parada más, recogí un pasajero mas. Pudo haber sido cualquier persona, un niño, una mujer, pero era un hombre. Un hombre cualquiera, un hombre común y corriente para todos los pasajeros del autobús. Excepto para ella.

Fue como si se hubiesen estado esperando el uno al otro. Era un encuentro que había de producirse tarde o temprano, y ellos lo sabían, pues hace dos años se conocieron en este mismo autobús.

Los pasos de él eran cortos al principio, buscando una salida, otro camino, pero su conciencia le llevó junto a ella. Deseando pagar alguna deuda, alguna condena.

- ¡Buenos días! ¿Está ocupado?
- No
- ¿Puedo?
- Por su puesto.

Él se sentó y permaneció en silencio junto a ella. Un silencio obligado, como si la corbata le molestara, como si esa misma corbata se encogiese a cada giro de las ruedas del autobús. Le ahorcaba. Miraba el reloj y miraba a su alrededor, como si los segundos se hubiesen esfumado para hacer eterno ese momento. El sudor corría por su cara y su cuello. Todas las palabras hervían en su cabeza mientras se preparaban para dirigirse a su garganta, y le provocaban una respiración pesada al no dejar pasar el suficiente oxigeno para que sus neuronas funcionaran, y le hacían sentir mas calor de lo normal. Un calor que le quemaba las entrañas, un calor que le hacía sentir todas las penas que ella una vez sintió por culpa de él, al haberla dejado.

Ella, por su parte, ahora es fuerte, es bella, se sobrepuso de sus pesares. Volvió a retomar el apetito luego de varias semanas de que él la dejara; se había curado de ese mal de amor al que sin razón alguna él, una vez la condenó. Sin una explicación, sin un adiós, sin un porqué. Solo porque sí y nada mas. Todo ha quedado en el pasado, para ella ya no hay sufrimiento ni rencor, sino, solo una vida por delante, como la carretera a este autobús que conduzco.

Los minutos pasan, sin embargo, para él el momento es eterno. Su cuello no soporta un movimiento mas, sus ojos parpadean, queriendo tener alas para volar y no tener que mirarla a los ojos, a esos ojos que una vez lloraron hasta enrojecer por su culpa. El sudor de sus manos le ha obligado a sacar el pañuelo que otra le había regalado.

Ya se decide. Algo le dirá. Se acerca la mano con el pañuelo a la boca. Tose.

- ¿Dime como has estado? Él pregunta.
- ¡Chofer parada! Ella exclama. – Permiso caballero, aquí me quedo.

Y se fue, y lo dejó allí. Atragantado de palabras, de excusas, de preguntas sin sentido, pues a ella, ya no le interesaban.

viernes, 11 de enero de 2013

No le pegues!


¡Mira que buena está! ¿Que crees? ¿No está chula esa jeva? Esa va a ser mía. Fue lo único que logré escuchar, bajo el sonido de la bachata en el colmadón. Voltee la cara. La miré alejarse. Tomé un trago. Y seguí en la chercha.

Una semana pasó, y te vimos llegar al colmadón. Esta vez no llegaste solo. Ella estaba a tu lado. No te separaste ni un momento de ella. Sus miradas se buscaban, se encontraban y sonreían. Sus risas se confundían con las bellas melodías que entre tragos se iban alejando más y más de mi sentido auditivo.

Esa noche la abrazaste, la besaste, en tus piernas la sentaste. A todos nos la presentaste como tu amada, la mujer por la que suspirabas, la única a la que mirabas. Estabas enamorado, eso podía jurarlo.

Nunca pensé verte así. Tú enamorado ¡Que sorpresa! Pero todos los tigueres del barrio lo aceptamos. Dejaste de ser mi frente en el dominó, uno menos en el softball, una cerveza menos en el serrucho de los domingos. Wao, que full, tu tiempo había llegado!

Todos estuvimos junto a ti ese día. Un día único en sus vidas. Tú, en traje, de saco y corbata, que raro te vez. Por fin te vimos sin el T-shirt de rayas y el jean gastado que ya conocía los lugares que visitabas. 

Ustedes, enamorados, se veían tan felices ese día. Ella de blanco, como haciendo alarde de su pureza, su virginidad y su entrega a ti.

Ese día todos te felicitamos, los muchachos y yo te felicitamos; a ella la miramos y en un solo instante todos los allí presentes compartimos un único pensamiento, que se fue a nuestras bocas para sin ni siquiera dejar pasar un segundo; y unísono te llamamos ¡SUERTUDO! Y les abrazamos, te felicitamos.

Y a la pregunta del sacerdote, ella respondió entre lágrimas: ¡Si acepto! 

Aceptó cuidarte, aceptó quererte, aceptó amarte, aceptó ir contigo donde tú la llevaras, te aceptó sin un chele, te aceptó con todos tus amigotes, te aceptó con el sueldito de la zona franca, te aceptó con todas tus deudas en la compraventa y en el colmado, hasta a tus padres le debías…pero nunca pensó en aceptar tus golpes, tus desprecios.

Que coincidencia, en la boda ella de blanco y tu de negro. Vestido de negro; como si hubieses pensado enlutar su vida, oscurecer su sonrisa desde aquel día.
 
Y a la pregunta del sacerdote, tu respondiste: ¡Si Acepto! 


Yo como tu amigo ahora te pregunto ¿Qué fue lo que aceptaste? No voltees la cara, no bajes la mirada ¡Cobarde!


Al parecer te confundiste al contestar. Al parecer lo único que aceptaste ese día fue hundirla en una eterna tristeza, acabar con su vida, pegarle tres muchachos, engañarla con mas de una, alejarla de sus familiares y sus amistades, encerrarla con tus celos y golpearla.


Aun no lo puedo creer, que en solo cinco años le hayas hecho tanto daño a la mujer de tu vida, que en tan poco tiempo la hayas metido en una fosa tan profunda como el espacio que separa las cuatro paredes de madera, del cuarto donde la tienes cautiva de tu mal amor.

Imbécil, infeliz, abusador, poco hombre, no la maltrates, ¡No le pegues!

sábado, 5 de enero de 2013

Entre cuatro paredes

Un Domingo cualquiera, 10:00 de la mañana.

Ella había dado termino de un suculento desayuno que consistió de varios trozos de pan humedecidos de un liquido color chocolate. Sintió unos pasos acercarse a la puerta principal.

Tun, tun, tun. Tocan la puerta.

- ¿Quién es?
- Es Mario. Apúrate que viene la gente y me ve.

Ella abrió la puerta del cuarto que hacía las veces de guarida, de escondite, el cual utilizaba para una sola actividad, la cual aunque rechazada por la sociedad le ayudaba a reunir el dinero suficiente para comer algo cada día y comprar los harapos que cubrirían su cuerpo; maquinaria de placer que por solo unos cientos de pesos ella echaba a andar a todo vapor cuantas veces fuese necesario sin importar el postor.

- Hola Mario. Buen día. ¿Cómo estas?
- Bien ya ves, últimamente he estado saliendo tarde del trabajo y no había podido venir a verte.
- Y Dime ¿en qué te puedo ser útil?
- Bueno, yo pensaba…

Y se le abalanzó encima y le robó un beso que solo sería el inicio de una media hora de caricias, besos y abrazos que ella no sentía, solo los iba empacando para al final sacarle cuentas y girarle por una cantidad que ambos sin hablar habían acordado.

Los minutos pasan, el calor del cuarto se hace más intenso, les hacía sudar, jadear buscando aire, tratando de respirar y al mismo tiempo disfrutar del placer que ambos sentían. Ella, el placer del dinero que ya sentía suyo. Él, el placer de tener a la mujer que por ratos era suya y que según él le hacía feliz.

Media hora mas tarde.

- No te vallas papi. Quédate un rato más.
- Eso quisiera pero tengo que ir a la iglesia esta tarde.
- ¿Y la cosa?
- En la mesita.
- ¿Cuándo vuelves?
- No sé. Sabes que no me gusta venir tan de seguido. La gente en el barrio sabe lo que haces y yo corro el riesgo de que mi novia lo sepa.

A ella esta última expresión le llegó al corazón. Los latidos se multiplicaron en solo segundos, lo que hizo que su sangre ebuyera al punto de estallar.

- ¿Entonces porque diablos vienes? Ella le reclamó.- Yo nunca te he obligado a que vengas, nunca te he pedido nada. Siempre has sido tú quien has venido a escondidas de tu familia, tu novia y la santa, la supuesta santa de tu madre.
- ¡No metas a mi madre en esto!
- ¡Si, tu madre! Que solo ha hecho hablar de mí desde el día en que llegué al barrio. Nunca me ha dejado tranquila y si supiera que su adorado hijo se acuesta conmigo estoy segura de que moriría.
- ¡No digas eso! ¡Calla!
- No, no me callo.

Fue imposible para el tratar de contener sus manos cuando se dirigían como proyectiles a la cara de la mujer que hace unos minutos le hizo gemir de placer.

- ¡Abusador! No me vuelvas a tocar o llamo la policía.
- Perdona; no lo quise hacer. Es que cuando me hablas de esa forma pierdo el control sobre mí.

Y a seguidas, él se dirigió a la cama, se sentó y lloró junto a ella. Se abrazaron, se besaron y dieron inicio a otros treinta minutos iguales a los anteriores. Otros treinta minutos que servirían de mediadores entre la moral que él aparentaba ante la sociedad y la rabia que ella había sentido.

miércoles, 2 de enero de 2013

No tengo tiempo

Aún al momento de comenzar a escribir estas líneas estoy pensando que no tengo tiempo para hacerlo. De hecho, pospuse su escritura casi dos semanas. Una de esas veces estaba totalmente solo en el apartamento; acababa de llegar y mi esposa estaba llevando a nuestra hija a la escuela de ballet, y me disponía a escribir cuando deje los papeles en la repisa cerca de la cama. La razón: no tenía tiempo. 

No tener tiempo se ha convertido en la principal razón, o mejor sería decir estigma, para no hacer algo, o posponerlo. Cuántas veces hemos dejado de hacer algo, por solo aparentar que somos personas ocupadas.
 
Trabajamos todos los días para garantizar el sustento y los estudios de nuestros hijos. Dedicamos ocho o más horas a conducir, responder mensajes, hacer reportes, vender, fabricar algo o a dar algún servicio. Un día completo para pasarlo lejos de la familia y de lo que verdad importa. Pero no tenemos tiempo para nosotros. Nos estamos convirtiendo en una manada de autómatas con miedo a salirnos de la rutina.
 
Al final de cada quincena, llega el anhelado sueldo y el pago de las cuentas. Pagamos los estudios de nuestros hijos, pero no podemos ayudarles en sus tareas. No podemos siquiera ver sus garabatos en el cuaderno de artes. Pagamos un apartamento o una casa en la cual no vivimos. Hacemos una compra de alimentos y no podemos comer o cenar junto a la familia. Cada cual por su lado. Porque no hay tiempo.

Buscando en mi memoria, recuerdo el almuerzo en familia todos los días. Mi hermano y yo llegábamos de la escuela, mis hermanas dejaban todo lo que estaban haciendo y nos sentábamos a comer con nuestros padres. Mamá era siempre la última en sentarse, si alguna vez lo hacía. Pero estábamos juntos. Es lo que importaba.

Ahora tengo que esperar mis días libres para poder compartir la mesa con mi hija y esposa. Pero esa es la excepción. Lo más posible es que en mi día libre tenga que hacer algo que he dejado pendiente durante la semana. Ir al banco, arreglarle algo al carro, visitar a los abuelos, ir al doctor. Lo que sea tengo que hacerlo corriendo para que me alcance el tiempo.
 
Al igual que yo, hay por ahí muchas otras personas que no tienen tiempo. No tenemos tiempo de vivir. No tenemos tiempo de disfrutar nuestro limitado tiempo en este mundo.

Extrañandote

Hace tiempo que no se de ti.
Te percibo como una musa muy ocupada en decorar los campos de toscana.
Una diosa, por la inaccesibilidad que te envuelve.

Tu última visita al país me dejo un sabor amargo.
Quizá fue el trabajo.
Quizá fue el destino.
Quizá la culpa fue de muchas cosas que escapaban a mis manos.
O quizá sea la triste realidad que viene a recordarme todas las decisiones pasadas.
También puede que el gran culpable sea yo.

La verdad es que se siente muy mal, ver que las oportunidades pasan y no se pueden aprovechar.
Es triste ver que no somos más que dos esclavos, atados por lazos de acciones y consecuencias pasadas.

Retenerte es tan posible como atrapar las blancas espumas en un rio caudaloso.
No hago nada con decir que quería verte. Ya perdí esa oportunidad. No hago nada con pedirte perdón. Eso no aliviará el vacío que quedó.

Sabes. Siempre te pienso. No sé si sea algo bueno o malo. Solo sé que te pienso. Tu imagen, tu sonrisa, tu cuerpo. Hasta el sonido de tu voz. Puedo jurar que te escucho algunas veces.

Discúlpame por seguir sintiendo tus besos. Perdóname porque me he quedado con tu figura en mis manos. Aún siento la majestuosidad de tu boca recorriendo toda mi masculinidad. El dulce néctar de tu lengua. El latir de tu corazón. Veo el brillo del sudor corriendo por tu espalda. Percibo el movimiento de tus caderas sobre mí. Hasta escucho el timbrar del maldito teléfono que nos molestó aquella tarde.

Que siento por ti? No sabría decírtelo. Es algo sublime. Como una lagrima que no se decide a ser derramada. Una suave brisa que no llega a mover las hojas del árbol. Como la suave ondulación en el agua, al caer una hoja seca.

Es un recuerdo que el tiempo ya no se molesta en borrar de mi memoria. Tu recuerdo no me causa tristeza. Tu recuerdo solo es un abismo poblado de nubes que se abre ante mis pies. Es una sensación de vacio tan grande que nada podrá llenarlo. Y me siento impotente.

El mundo no es perfecto. No hay relaciones perfectas. Quiero que sepas que aún te quiero. Que seguiré siendo fiel a nuestra infidelidad.

Cuídate mucho y vuelve pronto. Te esperaré y trataré verte.