LA PRINCESA INDEPENDIENTE
En
un país lejano, vivía una princesa que se llamaba Mia. Era joven, una adolescente independiente, un poco autoritaria. Amada por su padre y mimada por su cariñosa
madre, creció rodeada con todas las comodidades junto a su hermano menor Ryan.
En la época de esta historia, Mia tenía unos 17 años, era dos años mayor que su
hermano. Era alta, esbelta, con un pelo negro y dócil. Sus ojos grandes y
negros, reflejaban la viveza de espíritu que había atrapada en ella.
Vivía
en un reino rodeado de altas montañas y amplias praderas. Desde temprana edad aprendió
a pintar, inspirada por los bellos paisajes que adornaban las vistas del
majestuoso castillo. Como toda señorita de la época recibió clases de baile,
canto, música; con lo cual pasaba las tardes, los días y las noches.
Al
poco tiempo de cumplir sus 18 años, las cosas cambiaron. Mia se preguntaba por
qué no le dejaban montar a caballo como a su hermano; quien vivía muchas
aventuras todos los días junto a los guardias y criados durante cacerías, y
salidas a exploraciones. Ella quería entender porque se sentía como un adorno
de la familia, siempre arregladita y con un grupo de sirvientes a su alrededor
que no la dejaban valerse por sí misma. Mia se dio cuenta que no quería seguir
viviendo de ese modo. Se sentía atada. Aprisionada entre mimos y atenciones,
que ella no deseaba.
Pasaba
tiempo mirando desde su balcón el vuelo de las aves, la distancia del
horizonte, escuchando el rumor del río al que no le dejaban visitar por miedo a
que se lastimara o encontrara alguna bestia.
Así
que un día decidió salir del castillo sin consultarlo con sus padres.
Sigilosamente se dirigió por uno de los pasillos del servicio y salió sin que
nadie le viera. Al principio, nadie lo notó. Todos creían que estaba encerrada
en su cuarto pintando o haciendo alguna manualidad. Pero al atardecer, a la
hora del té, su madre y los criados la extrañaron porque nunca llegaba tarde;
por lo general ella les animaba cantando o tocando algún instrumento.
Por
lo tanto, su madre mandó a que le buscaran en su habitación. Luego de unos
minutos, el criado volvió corriendo con la cara pálida y respirando
precipitadamente. Al verle, la reina se sobresaltó y quiso saber de inmediato
que había sucedido con su hija. Cuando el criado le dijo que la niña no estaba
en su cuarto, la reina pegó un grito al cielo y todo el reino le escuchó.
Muchos
sirvientes se acercaron a ayudar, el rey y sus guardias también se presentaron
para averiguar que le sucedía a la reina .Ryan, quien estaba en las
caballerizas, también se fue al castillo junto a su lacayo.
Algunos
se reunieron y emprendieron una búsqueda por las cercanías del castillo. Otros
fueron con el rey al pueblo, y Ryan fue a las praderas con su lacayo y algunos
guardias. Al cabo de unas horas, casi al caer la noche, el lacayo de Ryan vio
pequeños trozos de tela en la rama de un árbol camino a una cueva vacía. Mia
era muy astuta y sabía que la buscarían. Así que decidió dejar un rastro
engañoso para ella regresar mientras le buscaban.
Para
el final de la noche, ya todos estaban cansados y se regresaban al castillo
para reunirse y organizar la búsqueda del día siguiente. La reina y el rey
estaban acongojados y desesperados porque no habían encontrado a su hija.
Inesperadamente,
escucharon como se acercaban unas pisadas por el pasillo central y alguien
empujaba la puerta del salón. Para sorpresa de todos era Mia que volvía a casa.
Su madre y su padre la abrazaron y la llenaron de besos, quisieron saber qué
había sucedido y su hija se lo contó todo.
Mia
los enfrentó y les dijo que ya estaba cansada de estar como aprisionada en el
castillo. Ella les pidió que la dejaran explorar de a poco y salir a conocer
más. Mia les contó sobre el paisaje que vio, les contó que el rio no era
peligroso y que había visto muchos peces y aves a su alrededor. Ella les pidió
perdón a todos, pero al mismo tiempo les pidió su ayuda para conocer un poco
más el mundo exterior.
Su
madre y su padre accedieron. Su hermano se propuso para acompañarla algunas
tardes a lo que ella se negó, prefirió ir con su dama de compañía y dos
guardias.
Luego
de lo sucedido, las pinturas de Mia se volvieron más coloridas, sus canciones y
bailes más animados y en definitiva todos se sintieron más alegres. Mia había
logrado lo que quería, que le tomaran más en serio y le permitieran tomar sus
propias decisiones.
Esto
es verdad y no miento, y como me lo contaron así lo cuento.
FIN