viernes, 20 de mayo de 2016

La Princesa Independiente

LA PRINCESA INDEPENDIENTE

En un país lejano, vivía una princesa que se llamaba Mia. Era joven, una adolescente independiente, un poco autoritaria. Amada por su padre y mimada por su cariñosa madre, creció rodeada con todas las comodidades junto a su hermano menor Ryan. En la época de esta historia, Mia tenía unos 17 años, era dos años mayor que su hermano. Era alta, esbelta, con un pelo negro y dócil. Sus ojos grandes y negros, reflejaban la viveza de espíritu que había atrapada en ella.

Vivía en un reino rodeado de altas montañas y amplias praderas. Desde temprana edad aprendió a pintar, inspirada por los bellos paisajes que adornaban las vistas del majestuoso castillo. Como toda señorita de la época recibió clases de baile, canto, música; con lo cual pasaba las tardes, los días y las noches.

Al poco tiempo de cumplir sus 18 años, las cosas cambiaron. Mia se preguntaba por qué no le dejaban montar a caballo como a su hermano; quien vivía muchas aventuras todos los días junto a los guardias y criados durante cacerías, y salidas a exploraciones. Ella quería entender porque se sentía como un adorno de la familia, siempre arregladita y con un grupo de sirvientes a su alrededor que no la dejaban valerse por sí misma. Mia se dio cuenta que no quería seguir viviendo de ese modo. Se sentía atada. Aprisionada entre mimos y atenciones, que ella no deseaba.

Pasaba tiempo mirando desde su balcón el vuelo de las aves, la distancia del horizonte, escuchando el rumor del río al que no le dejaban visitar por miedo a que se lastimara o encontrara alguna bestia.

Así que un día decidió salir del castillo sin consultarlo con sus padres. Sigilosamente se dirigió por uno de los pasillos del servicio y salió sin que nadie le viera. Al principio, nadie lo notó. Todos creían que estaba encerrada en su cuarto pintando o haciendo alguna manualidad. Pero al atardecer, a la hora del té, su madre y los criados la extrañaron porque nunca llegaba tarde; por lo general ella les animaba cantando o tocando algún instrumento.

Por lo tanto, su madre mandó a que le buscaran en su habitación. Luego de unos minutos, el criado volvió corriendo con la cara pálida y respirando precipitadamente. Al verle, la reina se sobresaltó y quiso saber de inmediato que había sucedido con su hija. Cuando el criado le dijo que la niña no estaba en su cuarto, la reina pegó un grito al cielo y todo el reino le escuchó.

Muchos sirvientes se acercaron a ayudar, el rey y sus guardias también se presentaron para averiguar que le sucedía a la reina .Ryan, quien estaba en las caballerizas, también se fue al castillo junto a su lacayo.

Algunos se reunieron y emprendieron una búsqueda por las cercanías del castillo. Otros fueron con el rey al pueblo, y Ryan fue a las praderas con su lacayo y algunos guardias. Al cabo de unas horas, casi al caer la noche, el lacayo de Ryan vio pequeños trozos de tela en la rama de un árbol camino a una cueva vacía. Mia era muy astuta y sabía que la buscarían. Así que decidió dejar un rastro engañoso para ella regresar mientras le buscaban.


Para el final de la noche, ya todos estaban cansados y se regresaban al castillo para reunirse y organizar la búsqueda del día siguiente. La reina y el rey estaban acongojados y desesperados porque no habían encontrado a su hija.

Inesperadamente, escucharon como se acercaban unas pisadas por el pasillo central y alguien empujaba la puerta del salón. Para sorpresa de todos era Mia que volvía a casa. Su madre y su padre la abrazaron y la llenaron de besos, quisieron saber qué había sucedido y su hija se lo contó todo.

Mia los enfrentó y les dijo que ya estaba cansada de estar como aprisionada en el castillo. Ella les pidió que la dejaran explorar de a poco y salir a conocer más. Mia les contó sobre el paisaje que vio, les contó que el rio no era peligroso y que había visto muchos peces y aves a su alrededor. Ella les pidió perdón a todos, pero al mismo tiempo les pidió su ayuda para conocer un poco más el mundo exterior.

Su madre y su padre accedieron. Su hermano se propuso para acompañarla algunas tardes a lo que ella se negó, prefirió ir con su dama de compañía y dos guardias.

Luego de lo sucedido, las pinturas de Mia se volvieron más coloridas, sus canciones y bailes más animados y en definitiva todos se sintieron más alegres. Mia había logrado lo que quería, que le tomaran más en serio y le permitieran tomar sus propias decisiones.

Esto es verdad y no miento, y como me lo contaron así lo cuento.

FIN